lunes, 14 de mayo de 2012

La hora de la juventud


Antonio Limón López


A unos pocos días del inicio de las campañas presidenciales del 2012, los jóvenes asumieron inesperadamente el papel de protagonistas, hay que confesar que no lo esperábamos, nadie lo esperaba. Irrumpieron en el cuerpo de nuestro sistema político envenenado con leyes estúpidas, con prohibiciones que nadie respeta, con instituciones desacreditadas como el IFE, el congreso, el poder judicial y todos los gobiernos, un cuerpo también emponzoñado con las corruptas cúpulas de los partidos políticos donde impera la ley del ignorante, de los mentecatos y de los zafios, donde los lideres actúan como capos mafiosos sobre los militantes, quienes a su vez se comportan como monos amaestrados. En este triste cuadro clínico, la inesperada presencia de nuestra juventud ha puesto en crisis al sistema electoral y no es por cierto la juventud del pasado, que seguía dócilmente a los adultos de su entorno familiar o escolar.  

La conducta de los jóvenes hasta antes del arranque de las campañas parecía la esperada, estuvieron desinteresados de los partidos políticos, pues dentro de estos nada se discute o compara, en ellos a los jóvenes militantes se les exige disciplina y unidad en torno a sus dirigentes o a sus candidatos, que por desgracia y por regla general son simplemente impresentables, por otra parte las universidades han desincorporado de sus fines a la formación política, así que salvo en las escuelas de Ciencias Políticas, Sociología y Derecho, la voz “Política” es una palabra extranjera, por otro lado, todos los medios de comunicación tradicionales como la radio, la televisión y los medios impresos, están concebidos para un público mayor de treinta años, para un auditorio formado por expertos en Economía o para una sociedad interesada en los desfiguros de nuestras figuras públicas y nada más.

Pero mientras los adultos nos mantenemos escépticos ante el proceso electoral, acaso desilusionados por las amargas experiencias del pasado remoto o reciente, enfermos por un existencialismo sin sentido y sin esperanza política, viendo con otras mascaras lo mismo de siempre, surgió con el mismo descaro que el Popocatepetl en el Valle de México, la presencia cívica de nuestros jóvenes. Los vemos en mítines, en todos los medios porque estos no pueden ocultarlos, no son los candidatos jóvenes que siguen adocenados en la disciplina partidistas, sino los electores imberbes que desde el fondo gritan a voz en cuello las voces de un rebelión distinta a todas las del pasado.

No son los muchachos del 68 que ignoraron lo que sufrieron hasta diez años después, no son los que empuñaron las armas en Guerrero o en Chihuahua, ni los que han seguido el camino hacia el Norte, ni los que se armaron en los ejércitos criminales de hoy en día, son al contrario y al mismo tiempo los hijos de obreros y de nuestra burocracia dorada, son los “ninis” desconectados de una sociedad que excluye a todos excepto a los disciplinados y sometidos, son nuestros muchachos en un país de muchachos que ya no se guían por el consejo de los adultos, sino que hacen sus propias elecciones, toman sus propias decisiones y esto se debe a algo que probablemente solo ocurrió en la prehistoria, cuando la sociedad nómada era enteramente de jóvenes.

El interés de la juventud en esta elección y en las sucesivas, se debe y deberá a que se sienten interesados en la toma del poder, simplemente porque saben lo que los “adultos” hemos hecho con él, saben que somos tan malos para gobernar como los peores puedan serlo, saben que nos mueve no el patriotismo sino la pandilla, no la verdad sino la conveniencia, no el sentido común sino la avaricia, no la piedad sino la barbarie. Estos jóvenes saben a diferencia de los jóvenes que fuimos nosotros que México es gobernado por los peores y por los peores motivos, así que ningún respeto les merecemos.  

Ya podemos adivinar que lo que ahora ocurre se debe a que los muchachos de esta hora, tienen una vía alterna de información en la que creen a pie juntillas, esa vía es el internet, es la vía de la libertad de elegir, en Youtube encuentran para cada punto de vista, el contrario, en Facebook comparten en una comunidad cerrada pero al mismo tiempo abierta, en Twitter debaten interminablemente lo que han visto o escuchado, no existen temas tabús, no prohibiciones validas, los prohombres son reducidos a la humanidad ordinaria y al revés, el ignorado es escuchado y comprendido, no existe otro blasón que el propio mérito, el mérito de lo que se dice, el mérito del ejemplo y para este mundo virtual donde la libertad campea de poco sirven los miles de millones de pesos que gastan los partidos y el IFE en los artríticos medios de comunicación tradicionales.

Es importante recalcar que en las “redes sociales” los jovenes han interactuado con nosotros los adultos y como consecuencia de ello nos comprendieron, saben que no somos mejores que ellos, conocen nuestras trampas y engaños dialecticos y saben lidiar con ellos, son más rápidos mentalmente que nosotros  y suplen su falta de libros con agudeza, con ética a flor de piel y sentimiento de justicia y de dignidad, son los verdaderos cocteles “molotov” que bien pueden incendiar a un proceso electoral que sin ellos naufragaría en el mar de la apatía y del aburrimiento.

Internet no solo enlaza a millones de jóvenes en una red que todo lo cubre y atrapa, también educa, es una educación en la libertad, que se ha venido dando en paralelo a la educación académica y familiar, pero que ante la pobreza de estos tipos de educación ha venido asumiendo un papel preeminente, es la fuente de nuevos valores y también el volcán de cual surge el reclamo de cambio, debemos admitir que no lo habíamos escuchado y que no estábamos preparados para él, pero es un hecho que ya está aquí. ¿Cuáles son los signos de esta presencia? Muchos, el inesperado crecimiento electoral de un desconocido que en buena lid superó a sus contendientes en el debate, las manifestaciones de apoyo y repudio a los candidatos, el desconcierto de los candidatos y la nueva ética política anexa a un discurso coherente o incoherente en partes, pero que exige cambio desde una critica juvenil, constructiva y de largo plazo, discurso que nuestros partidos no comprenden y frente al cual no saben ni que decir, ni que pensar, menos contestar.

Si vemos políticamente la historia de México, podemos apreciar que esta es la misma desde 1821, la imposición de una elite que es substituida por otra con los mismos fines, el sometimiento a una potencia extranjera que al menos nos impidió acuchillarnos entre nosotros, pero que fomentó las más idiotas de nuestras discordias. Ahora por fin, se abre otro horizonte, no lo podemos apreciar en su totalidad porque lo avistamos por la ventana de esta elección que es pequeña, pero promete un futuro sin profetas y sin ídolos con pies de barro, y lo mejor es que ya está afuera ... esperándonos.

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