Una de las diferencias esenciales entre NOSOTROS y ellos, los siempre dogmáticos, se refiere a la construcción de lo nuestro; a la consideración del otro como parte nuestra y, por lo tanto, a la capacidad de nosotros para recrear y recrearnos en el campo de este nuestro presente, de forma constante, son necios los que se dirigen como diferentes, frente al desprecio olímpico que ellos nos profesan.
Tal vez haya muchos
idiotas pero nosotros nunca nos dirigimos a ellos, simplemente no los
consideramos. Se niegan, es posible que de un modo muy ingenuo, utópico, a
tratarnos como tales; no sueltan propuestas, no disparan consignas, ni frases
grandilocuentes, solo pueriles y siempre vacías, buscan argumentos, tratan de
convencer y, en ese mismo gesto, va implícita la valoración de la inteligencia
del otro, al que se dirigen buscando siempre persuadir y demostrar la fuerza
bruta de sus razones.
El reto es siempre
responder a la consigna con el trabajado argumento, de ser diferentes, ahora no
es suficiente ser nuevo, ni esa vieja charada de la doctrina con el diálogo.
Frente a la propaganda
de ellos, su grandilocuencia boba, torpe, aparece el discurso de las perdidas y
los números. Por todo ello el “nosotros” es, en esencia, patrimonio de este
nuestro presente, de un presente no dogmático, acostumbrado e impuesto de raíz,
con la fría duda, de la gran sospecha, de todo aquello que caracteriza la
mentira y, particularmente, la crítica y muchas veces por ello, visceral,
discutidora y débil.
Construir así una alternativa real, es estéril, el gran desprecio de
ellos muestran por la inteligencia y, particularmente, por buscarla ahí adonde
se dirigen, el para ellos siempre improbable cerebro de los otros, es el reto
hoy, de nosotros, que además ha de ser valientes hemos de ser congruentes. A
ellos, hoy les falta no sólo convicción sino sobre todo coraje, coraje para
defender una clara alternativa y hacerlo hasta el final, incluso a riesgo de
perder sucesivas convocatorias electorales. Coraje que devolvería a ellos una
coherencia y un papel protagónico de modo tal que, el día de su vuelta, las
posibilidades electorales de un retorno de ellos al gobierno serían ya
prácticamente nulas. Habríamos conseguido al fin que se marginasen; que, poco a
poco, se transformasen en una mala anécdota.
En este sentido, México, con el hundimiento de ideas, ellos y nosotros,
y el real triunfo de todos, es hoy un ejemplo a seguir y a seguir de forma
manifiesta. Hoy habremos de reconocerlo, somos una de las poblaciones cada vez
más ignorantes del mundo, deberíamos estar ya organizándonos para apoyar de
forma activa a todos ante su nueva convocatoria electoral. Si no asistimos ante
un llamado que mira el futuro, otro error de Estado, perdemos mucho en México
dentro de un mes. Compensar con nuestro apoyo la mala acción, la amenaza y el
chantaje permanente que los electores mexicanos, vamos a sufrir desde donde sea
y, particularmente, desde nuestra familia y, mientras no se demuestre lo
contrario, cosa que siguiendo la tradición muy a la mexicana, me temo no se va
a llegar a nada, porque es también desde nosotros y ellos, reconocer
firmemente, que debería unirnos de forma decidida. Es el momento de remontar la
duda, es el momento de acabar con esta forma de ser de México, de tiranos y
delincuentes, es el momento de hacer, de una vez por todas, política real y
democracia.
Decía mi padre, un pensador sin estudios, la acción de la democracia que
transforma, no está en el gobierno que permite definir al pueblo, ni se encuentra
en las calles de la sociedad detenida por el poder de los políticos. La acción
institucional democrática es la acción que sin freno creamos nosotros, todos en
la vida cotidiana y es nuestro patrimonio y nuestro presente. Y hablando aún de
la democracia no es ella el resultado de ninguna necesidad histórica, ni es
portadora de nada, la democracia somos nosotros y la constancia de nuestros
enjuiciados actos. Y culminaba su argumentación diciendo que la cuestión tiene
pues de donde suscitar miedo, luego odio, en aquellos que están habituados a
ejercer el control del pensamiento. Pero entre aquellos que saben compartir con
cualquiera el poder igual de la inteligencia, ella puede por el contrario ser
la nueva raíz de todos nosotros.
Por todo lo anterior, es obvio que la acción debe ser parte
estructurante de nosotros y a la vez que labor de todos que, en lugar de
rechazar habremos de contribuir, de forma decidida, el futuro de una nación que
termine por despreciar los enfrentamientos obsoletos de unos y otros.
Porque no somos ni priistas, ni panistas, ni perredistas ¡somos
nosotros, México y basta!.
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